miércoles, 12 de mayo de 2010


Corrí por las calles desesperada, perseguida por los fantasmas de mi arcaica memoria. Por aquella oscuridad de mi alma de la que nada sé.
Oí mis pasos retumbar en el asfalto. Sentí el olor nauseabundo de la muerte desafiando mi instinto de supervivencia una vez más. Y corrí más rápido.
Segundos de ventaja para hacer sin especular. Para olvidar mi cabeza que me abomba de pensamientos inútiles a todas horas del día.
La noche se volvió sobre mi sofocante. Y el agujero cada vez más inmenso.
Los límites de mi cuerpo y del mundo exterior desaparecieron de pronto. Me sentí parte de la creación abrumadora del universo. De este cúmulo de conocimientos culturales que acarrea el mundo desde hace tantos siglos y del que yo sólo soy un eslabón, una nimiedad intrascendente, un punto en el mapa. Cargué sobre mi espalda las millones de vidas pasadas que llevo andadas y seguí.
Mi cuerpo vivenció la sensación indemne de asfixia de aquella vez en que fui ahorcada despiadadamente por ser una mujer audaz.
Siento un dolor en el cuerpo y caigo. Escucho el grito lejano de alguien que gesticula exageradamente pero no me detengo. Necesito volver a mi hogar.
Vomito la indignidad de aquellas manos que se adjudican el poder de disponer de la muerte a su merced.
Una vez más, renazco.

1 comentario:

  1. tantas y tantas razones ,repito tantisimas razones para pensar que sos increible ,asi lo creo y estoy convencido ,se me ataron los dedos y no puedo decirte mas ,tienes la magia de todo lograrlo ,al menos en mi .
    te cruzare uno de estos dias por esos caminos inciertos que nos llevan a encontrarnos casual ,y te aseguro ,fuerte sera el abrazo que le dare muchachita encantadora.
    saludos esteban dickstein

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