miércoles, 12 de mayo de 2010

Hombre con gusto a bandoneón. Te acercaste con pasos serenos. A tempo. Me avanzaste y te plantaste ahí, con tu mirada negra, negra oscura como la noche, brusca.

“Sacá tus sucios dedos de mi mejilla.
Afiladas tus manos de bandoneón, marcaron surcos…”

Tu precisión me puede. Señor. Joven. Mezcla atrevida. Gritaste HOMBRE desde todo tu cuerpo. Y yo que escucho bien, no pude evitar voltear mi cara para mirarte.
Usted no es quien parece. Qué firmeza. Hasta lo dejaría que me lleve, mire. Como lleva a su compañera.

“…entonces aprovechaste el instante,
compadreando a tu adversario.
Te guiñe un ojo y fui irresistible…”

Bailando usted es sexo.
...Y les juro que todo él ya no responde a si. Esta entregado. Entregado al ritmo del baile, a esa pasión desmesurada. Y yo lo sé, porque al mirarlo, me enciende.

“¿Bailas para mi? O acaso tus ojos se desviaron sin querer...”

Mirada puñal al suelo. El es quien decide.
Compenetrado en la danza, olvidó que lo miro.

“…Y habiendo esquivado mi saludo, con la frente alta, parco, distante... se acercó rotundo y rozó mi mejilla con mirada cómplice.”

¿Lo olvidaste? No… pero no bailas para mí.


Ella baila para mí.



“Sacá tus sucios dedos... o no...”

No hay comentarios:

Publicar un comentario